sábado, 25 de octubre de 2008

fragmento de la obra "1999 (HISTORIAS DE NADIE)". estreno ENERO 2009.


Yo soy una de esas personas que has visto. De esas que caminan en la calle mirando al suelo, encorvado, con un maletín de cuerina en la mano. Con ropa color gris. Si muestras una imagen de un grupo de personas caminando por el paseo ahumada no me distingo. Soy una parte de la masa. Un componente más de la masa humana mórbida, displicente y abúlica. Mi madre solía decir “no confíes en nadie porque nadie va a confiar en ti”. A mi padre le encantaba tomar cerveza y dejar la cabeza sumergida en el olvido. No tuve hermanos, aunque me hubiese gustado tenerlos.
Siempre hice todo pensando en que sería el mejor. Si no eres bello. Se el mejor. Si no tienes amigos. Se el mejor. Si nadie quiere hablar contigo en los recreos. Se el mejor. Si nunca nadie compartió un secreto contigo. Se el mejor. Se el mejor para que por lo menos te quedes con eso.
El año 2000 no pasó nada. Con el código 00 no pasó nada. No pasó nada y lo que más quería era que pasara algo. Por lo menos algo. Por lo menos algún caos. Que algún misil se hubiese disparado. Que un país tercermundista hubiese desaparecido de los registros. Algo. Que hubiese pasado algo. Pero no.
Fue un día como cualquier otro.
Como tantos otros.
Salió el sol, la gente despertó muy tarde y con mucha sed, los mismos de siempre tuvieron que trabajar mientras todos los demás disfrutaban el comienzo de un nuevo año.
Fue un año nuevo como tantos otros años nuevos.
Se suponía que cambiaría la historia. Se suponía que se perdería la historia y que quizás todos tendríamos la oportunidad de empezar de nuevo. De ser mejores. Peores. O por lo menos distintos. Se suponía que íbamos a tener que reconstruir nuestra sociedad, que estaba en nuestras manos la oportunidad de hacerlo todo de nuevo, enmendando todas nuestras culpas, olvidándolo todo para pensar en la reconstrucción de nuestras vidas.
Pero nada.
No pasó nada.
Todo siguió tan igual.
Tan igual.
Y la gente celebró por eso. Celebró por seguir viviendo en la misma hipocresía de siempre.
Por eso creo que nunca encajé con nada. Ni con nadie.
Me convertí en un cliché, en el cliché del oficinista frustrado.
Fui el personaje cliché de una obra cliché.
En mi vida participó gente cliché.
Yo fui el cliché que terminó en tragedia.
Cuando por fin logre independizarme de mi cabeza y logre cruzar la calle sin pensar que alguien me está siguiendo va a pasar algo.
Al fin algo.
Quizás por fin despierte.
O me duerma.
O una nube arme una tormenta sobre mi cabeza.
Los bancos no perdieron su información.
No volvimos al año 1900.
No se dispararon los misiles de la ex URS.
No se incendió Nueva York ni Tokio.
NADA. NO PASÓ NADA.
La tristeza de andar siempre con la sensación del tropiezo.

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