lunes, 22 de febrero de 2010

palabritas

Camino con angustia en los zapatos.
Miro la nada.
Soy un chivo expiatorio.
Un pedazito movedizo de algo que quiere salir.
Cargo con montañas de algo que no se deja ver.
Nadie me conoce tan bien como una chica que me desconoce.
Pienso en la vida más allá del bote de basura.
Releo los crímenes y el obituario.
El diario miente tanto y la tele es aún peor.
¿Y si un día me pongo botas y salgo a manchar paredes?
Tengo miedo de estar haciéndolo todo mal.
Tengo miedo de vivir con miedo.
Tengo miedo del sueño.
Tengo miedo del miedo.
Tengo miedo de mis manos.
Tengo miedo de no saber muy bien cuando se acaba el miedo.
Tengo miedo de nunca saber si es la dirección correcta.
Tengo miedo de darme cuenta que siempre he estado perdida.
Tengo miedo de quedarme pegada en la cabeza.
Tengo miedo de pegarme en la cabeza.
Tengo miedo en reconocer que tengo miedo.
Tengo miedo de morirme mañana.
Tengo miedo de seguir siendo hipocondríaca.
Tengo miedo de no alcanzar a leer lo que me he propuesto.
Tengo miedo del silencio.
Tengo miedo de la pena.
Tengo miedo de que se me salgan las rodillas.
Tengo miedo de despertar sola en el desierto.
Tengo miedo del cariño.
Tengo miedo.
Miedo es lo que tengo.
Y espero dejar de tenerlo.

martes, 16 de febrero de 2010

hoy

hoy tuve una jaqueca de la puta madre. Todavía me duele el lado izquierdo del cerebro. Es cierto, soy un poco hipocondríaca y nerviosa, pero esta vez el dolor de mi cerebro superó a cualquier otro. Incluso un rato veía solo manchas blancas. Como cuando uno está al sol y entra a una casa oscura. Solo vez manchas y sombras. No almorcé y estuve toda la tarde intentando dormir, pero fue imposible. No vi tele, ni prendí el computador. Escribí un cuento para entretenerme y para ver si de la jaqueca salía algo bueno. La historia de un albino. Por supuesto el cuento quedó sin final. Después me puse a leer y me terminé el libro. Y empecé otro. Y el dolor de jaqueca en mi lado izquierdo se intensificó como si tuviera un cerebro dentro de mi cerebro. Y terminé prendiendo el computador y la tele. Viendo una entrevista a Sieveking, que es un buen dramaturgo, pero habla raro. Y me empezó a doler más la cabeza. Y pensé que quizás mi cerebro estaba pariendo uno nuevo, y que a lo mejor, yo mañana voy a ser otra y voy a pensar distinto. Y que quizás este es mi testamento, pero como no tengo nada, no le puedo dejar nada a nadie, así que más que un testamento es un testimonio. Por la vida que se va y la vida que comienza.