lunes, 29 de marzo de 2010

29/03/2010

Voy en el metro muerta de calor. Leo "la fideleidad presunta de las partes" de Collyer. Cada vez entra más gente. Voy de pie y le entierro mi bolso a la mujer que va sentada. Le aplasto el peinado y me mira levantando la ceja. Perdón le digo y creo que me entiende, ve como la gente me empuja sobre ella. Pienso en el atentado que hubo hoy en Moscú. Dos mujeres cargadas de explosivos se hicieron reventar en el metro asesinando a 38 civiles que iban a sus casas. 38 desconocidos que deben haber ido tan apestados como yo. En la misma dinámica que la mía. En el vagón de un tren esperando llegar adonde sea que fuesen. Mujeres, niños, jóvenes, hombres.
Pienso en el terremoto que hubo hace un mes aquí en Chile, en el miedo que sentí en ese momento, que fue el mismo miedo que sentí cuando me di vuelta en bus en el norte del Perú, la sensación de vacío. Pienso en toda la gente que murió por la ola gigante que se desencadenó tras el terremoto. Me imagino que habrán sentido en ese momento, en quién habrán pensado, que habrá sido lo último que dijeron. Pienso también que el mundo está loco y que es una puta olla hirviendo. El mar no discriminó, se llevó a quien quiso. Las mujeres que se hicieron explotar en Rusia no discriminaron mataron a cualquiera. La naturaleza es salvaje en todas sus dimensiones. Este mundo está conectado por la rabia.
Bajo del vagón y el último párrafo que leo es el siguiente: "que ciudad del carajo, cómo puede toda esa gente sobrevivir respirando esa basura".

viernes, 19 de marzo de 2010

gritar

ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!